Bruno: cuanto nos falta para
volver?
Manu: no sé, pero no es mucho
Fran: yo extraño a todos, me
gusta estar acá pero ya pasó mucho tiempo
Agus: apenas pasó un mes
Fran: un mes es mucho para mí
Agus: para mí no, yo me podría quedar
toda la vida
Fran: sin ver a nadie? Ni siquiera
a tu mamá?
Agustina lo pensó por unos
segundos
Agus: si, para qué la querés?
Fran: porque es tu mamá. A veces
parece que no la querés
Agus: yo sí la quiero, como vos
dijiste es mi mamá. Pero no me pidas que la extrañe todo el tiempo
Bruno: ni siquiera a tus hermanos
extrañas? Ni a tu papá?
Agus: es igual que con mi mamá. Si
estoy con ellos está todo bien, y si no también
Agustina tenía dos hermanos de 16
años, que por cierto eran mellizos. Julieta era con la que más peleaba. La verdad
era que a ella le gustaba bastante molestarla, tenían personalidades muy
distintas. A su hermana le encantaba la
moda y todo lo que venía con ella. No salía a ningún lado sencilla. Agustina era
todo lo contrario, era muy simple. Le gustaba mucho el futbol y la música, aunque
a esta última no la compartía con nadie. Era muy tímida en ese sentido. Su hermano
Marcos era su aliado perfecto, lo que no lo mantenía fuera de ser una de sus víctimas.
Pero de todas formas les gustaba estar juntos siempre que podían. Oriana era
todo lo contrario. Tenía una hermana un año menor que ella, llamada Delfina, y
se llevaban a la perfección. Al tener
tan poca diferencia de edad eran muy amigas y se contaban todo. Oriana amaba
bailar y de cierta forma le había transmitido eso a su hermana.
Thiago era el único de los seis
que no tenía hermanos, pero lo sentía a Bruno como si lo fuera. La primera vez
que se vieron fue a los seis años, pero su relación comenzó por una pelea, seguían
riendo cada vez que recordaban ese día. En cambio, entre Thiago y Oriana, todo había
comenzado muy distinto. La primera vez que se vieron había sido unos de los
primeros días de secundaria, aunque luego de que los cursos se dividieran y
fueran separados, no se veían casi nunca. Pero después de eso Oriana no paraba
de hablar de él. Tanto que Agustina había tenido que acostumbrarse a ello. Al armar
los cursos, una extrovertida Francesca Galván había entrado en sus vidas para
no irse. No les había costado mucho hacerse amigas, pero se lo atribuían todo a
ella, que desde el momento en que se sentó justo delante de Agustina y Oriana
no hacía más que hablar toda la clase. Pero nada había sido en vano. Lo mismo pasó
entre los seis. Pero demás está decir que Manuel, Thiago y Bruno no se hicieron amigos de la nada. Todo ocurrió
uno de los primeros días de clase. Todos los varones estaban en gimnasia. Hacia
demasiado calor como para jugar al futbol, pero sin embargo lo estaban
haciendo. Manuel y Thiago, que aún no se conocían, estaban en el mismo equipo. Uno de los nuevos era el típico “malo” y a Manuel,
como a muchos otros, le cayó mal desde el principio. En medio del partido y
totalmente de la nada, derribó a Thiago al piso demasiado fuerte. Manuel, quien
no toleraba a las personas como él, lo defendió sin pensarlo dos veces y
enseguida se le sumó Bruno. Desde entonces estaban juntos siempre. Tanto Thiago
como Bruno apreciaban mucho que se hubiera animado a hacer algo que ninguno había
tenido el valor de hacer: enfrentarlo
Unos años más tarde, surgió la
propuesta del viaje. Estaban ya en los últimos
años de escuela cuando tuvieron que comenzar a decidir, entre los dos cursos,
el destino del tan ansiado viaje de egresados, pero ocurrió un problema: no
lograban ponerse de acuerdo. Después de eso, los cursos habían quedado
demasiado divididos, por lo que decidieron que era mejor hacerlo por su cuenta.
Así fue que pusieron en marcha su plan. Y lo habían logrado
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