Manuel y Bruno entraron corriendo desde el patio trasero. Agustina se apresuró a cerrar las puertas y Bruno la ayudó con las ventanas para que nadie, en el peor de los casos, pudiera entrar. No sabían que estaba pasando afuera y no podían a arriesgarse a salir para ver qué pasaba, ni mucho menos a que alguien entre en la casa. Pero Bruno sabía exactamente qué hacer. Salió por el patio trasero, a pesar de que todos le dijeran que no lo haga. Trepó por un tapial y logró arrastrarse por el techo hasta llegar a divisar la calle. Pero no había nada. Solo una vaina dorada que brillaba por la luz de los faroles. Mientras tanto, adentro, Thiago y Francesca llamaron a la policía.
Francesca había comenzado a llorar. Aquel sonido le recordaba al día en que, con solo cinco años, tuvo que presenciar el momento en que una bala perdida impactaba en el abdomen de su padre. Después de eso, no se acordaba más de nada. Había entrado en shock en ese instante. Después de mucho luchar, su padre se había recuperado perfectamente, pero ambos asistieron al psicólogo por varios años. Ver cómo le disparan a una de las personas que ella mas amaba, con tan solo cinco años de vida, no era poca cosa para nadie. Ese recuerdo permanecía ahí latente, no podía sacarlo de su cabeza.
Estaban muy asustados. Se encontraban los seis solos, era de noche, no sabían que pasaba ni sabían que hacer. Y cuando todo parecía haber terminado, otro disparo se hizo escuchar seguido de un grito y un golpe proveniente del patio trasero de la casa.
Manu: Bruno!
Agus: ¿Estaba arriba del techo?!
Manu: Si! Había ido a ver qué pasaba!!
Todos quedaron paralizados. Ninguno sabía qué hacer, ni cómo reaccionar. Sus caras se pusieron pálidas y sus miradas estaban perdidas.
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