Resistencia

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martes, 13 de enero de 2015

Capítulo 17

Después de casi ocho horas más, al fin habían pasado la aduana y estaban listos para entrar a Brasil, a Guarda do Embaú en Santa Catarina, para ser más precisos. Estaba bien al sur, por lo que no tenían mucho más viaje por delante. Eran la 11:45 de la noche cuando llegaron y decidieron caminar hacia la casa de playa que habían alquilado. Estaba  a muy buen precio y bastante alejada de la concentración de gente que iba a veranear. Todos querían irse a dormir, pero antes había que distribuir las habitaciones. La casa contaba con una cocina- comedor, dos baños, un living al aire libre bajo la galería y tres habitaciones. Había dos habitaciones con tres camas simples y una con una cama matrimonial. Dormirían las chicas en una pieza y los chicos en la otra. Afuera de la casa había un lugar para un fogón, y tenían el océano  a unos 50m.
Estaban todos muertos, habían viajado todo un día. Pero había valido la pena. Estaban en el paraíso.
A la mañana siguiente eran las nueve cuando Agustina, que era la última que quedaba durmiendo, despertó. Estaban cansados por el viaje pero no tenían sueño, por lo que no durmieron tanto.
Oriana y Thiago se ofrecieron a ir al mercado para comprar lo que hiciera falta. Luego Agustina y Francesca prepararían el desayuno y Bruno y Manuel se encargarían de preparar la mesa. Esperaban que esa organización les durara hasta que se vayan, pero lo dudaban.
Cuando terminaron de desayunar Agustina corrió a ponerse la malla, amaba el agua y ahora tenía el océano atlántico a sus pies. Después de un rato salieron Manuel y Oriana y se sentaron sobre sus toallas en la arena. Al cabo de unos minutos Manuel también se metió al agua junto con Agustina. Thiago ya había empezado a cocinar el almuerzo y Bruno lo ayudaba. Francesca estaba leyendo un libro en la hamaca paraguaya que colgaba de la galería.

Oriana observaba a Agustina y Manuel en el agua. De repente vió que Agustina  le estaba diciendo algo al oído a Manuel mientras reía. Él asintió y se acercó a responderle. Ambos rieron. Oriana no tenía idea de lo que decían, pero sabía que de seguro no era algo bueno.

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